domingo, 6 de marzo de 2011


“Por eso dije: Dejadme, lloraré amargamente; no os afanéis por consolarme de la destrucción..” Isaías 22:4

Cuando Dios envió al profeta Isaías a hacer un llamado de alto al pueblo de Israel por la maldad llevada al límite y topar al máximo la cantidad de pecados en sus vidas, NADIE quiso escuchar la advertencia que el profeta llevaba. Nadie le dió la importancia a volverse a los caminos de Dios sino seguir en el libre albedrío.

Toda decisión tiene sus consecuencias e Isaías cumplió la orden que Dios le había encomendado, le advirtió a su pueblo, pero no se arrepintieron, así que experimentarían el juicio de Dios. Debido a su desvelo, a Isaías le dolió el castigo y lo lamentó en gran manera. Algunas veces las personas por las que nos preocupamos desconocen nuestros esfuerzos por ayudarlas, por lo tanto sufren las mismas cosas que les queremos evitar.

En estos momentos así sufrimos debido a nuestra preocupación.

Dios espera que estemos junto a los demás y esto quizás algunas veces nos haga sufrir con ellos.
Dios les bendiga,

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